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Junger_TormentasDeAcero - Google Docs

Sentados en el tejado, que los rayos del sol habían recalentado, nos hallábamos entregados a nuestra charla, cuando pasó por la parte de abajo, montado en su bicicleta, el cartero, tal como solía hacer siempre a aquella hora. Sin bajarse, nos gritó estas tres palabras: «¡Orden de movilización!».

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